Historias de vida

Historias de Vida En el Borde Norte De Bogotá: utopías de otros mundos posibles

Este proyecto pretende conocer y visibilizar las formas de habitar el territorio en el borde norte de la ciudad por parte de las comunidades que allí habitan día a día y que crean una realidad social, cultural y ambiental que hacen hoy de Bogotá un ciudad biodiversa, extensa, compleja y hermosa; el socio ecosistema de la reserva Thomas Van Der Hammen, hoy brinda identidad cultural y ecológica a la ciudad y es una posibilidad de pensarse otras formas de habitar, de relacionarse con el territorio y con las demás formas de vida, además de brindar posibilidades de soñar un futuro desde un pasado y un presente.

Esta reserva ha tenido una historia de asentamiento humano igual de compleja a sus formaciones geológicas, dando paso a escenarios naturales que requieren conservación y territorios humanos que demandan expansión. Entender esta historia social y ambiental del territorio es fundamental, aquí el equipo interdisciplinar de voluntarios se encargó, mediante técnicas de recolección de información como las historias de vida de sus pobladores,- pues entendiendo los orígenes del poblamiento, las conexiones territoriales de los ciudadanos, los usos sociales de los cerros y los imaginarios y sueños que corren por ellos,- se podrán generar estrategias sociales de integración en el entorno y su adecuada gobernanza y administración.

Historias de vida

© FCB

Abuela Blanca Nieves -Quebrada la Salitrosa

“Yo soy la Abuela Ichakaka Blanca, soy la palabra mayor aquí en el consejo de mujeres de Suba, soy la abuela Muisca del territorio de Bacatá. Siempre he vivido aquí en mi territorio. Soy hija de Madre Laguna, pues nací en la Laguna Sagrada de Aguascalientes y aquí estoy.

Aquí todo era solo vegetación y humedal, se tenían los espacios para sembrar en la huerta. Aquí afuera, por la parte de abajo, pasaba la Quebrada de Aguscalientes (quebrada La Salitrosa) y era muy bonito. Teníamos como alimento el pez Capitán, cangrejos, las Guapuchas. Había muchos pajaritos, muchas libélulas, muchos animalitos que hoy en día ya no se ven; esto era un remanso de paz. Aquí solo había alimento, agua pura cristalina por todas partes, mucho pez para comer y también curíes.

La gente era muy unida, alguien se enfermaba y mandaban, por ejemplo, la niña grande de alguien pa’ que ayudara a cuidar a la enferma o el enfermo y todos se ayudaban, mandaban comida, eran muy muy solidarios. No como ahora, mejor dicho: que a nadie la importa lo que le pase a los demás.

Aquí lo que más necesitamos son los sitios sagrados, necesitamos una construcción de nuestros Pusmuyes y como primeros nativos y vivientes de este territorio sagrado Muisca, necesitamos nuevamente nuestro territorio. Necesitamos tener las casas ceremoniales, tener los espacios sagrados donde se pueda tener toda esa medicina, tener donde sembrar, en donde esté la laguna limpia, con el agua cristalina.”

Andrea Barreto -Humedal la Conejera

“Yo llegué a vivir al Humedal cuando tenía 7 años, en 1991, en esa época había mucha mucho escombro y pues algo que marcó mi vida fue ver cómo la gente se unía para salvar algo que aparentemente no era suyo, pero realmente sí lo era. Me impresionaba cómo lograron unirse y recuperar un espacio por generosidad de recuperar algo para las futuras generaciones. Yo pude sembrar varios árboles siendo niña, para mí fue bonito verlos crecer, ver ese cambio: de pasar de un agua dañada, podrida, que olía mal, a recuperar la calidad del agua, ver cómo el bosque había crecido y ver cómo las aves también volvieron. Esto fue un proceso de 26 a 28 años.

¡Si la comunidad no se empodera, estos territorios no van a sobrevivir!

Para mí el Humedal es una escuela, un laboratorio, una casa, un vientre (risas), una universidad, es un lugar donde he aprendido demasiado, donde mis hijos también han aprendido, donde he visto también pasar muchas personas que se han sanado, que han transformado sus vidas gracias a este espacio.

Yo sueño un futuro en donde el hombre pueda convivir en armonía con la naturaleza, acordarse de que es un ser de la naturaleza y no el que la gobierna. Sueño con que la gente también apropie conocimiento de permacultura para que puedan vivir en armonía, porque puede haber causas sustentables, que haya corredores verdes, que los niños sepan qué es una quebrada y no solo piensen que la quebrada es el caño que tienen al lado de la casa, que haya esa conciencia de naturaleza que somos todos.

Ligia Hernán Carreño -Humedal la Conejera y Río Bogotá

Suba no era un pueblito

-Uno no era dependiente del transporte, se movía a pie.

– Los cerros de la Conejera significaban libertad, donde jugábamos con mi hermana. Llegaron las cercas y ya no pudimos entrar.

-El Río Bogotá respiraba. íbamos a comer fresas con crema al Muña.

-Recuerdo la llegada de la autopista a Bogotá, hacían unas zanjas enormes: hasta había un puesto subterráneo en lo que hoy es la calle 116 o 127. Cuando hicieron la conexión de la calle 170 con la vía suba, partieron en dos a los cerros y talaron su bosque. La autopista norte la colocaron encima de un lago.

-Los últimos 20 años han sido una aceleración de la vida.

-Mientras estudié e hice una familia no pensaba en lo que a mi alrededor se iba perdiendo.

Presente 

-El Río Bogotá es como de metal, está quieto, estancada su libertad, no refleja luz, su olor es fétido, muy cercano a la muerte si no hacemos algo.

-Al recapacitar de todo lo que le ha sucedido al territorio, no hay excusas para hacer algo, me involucré como veedora del río.

-Mi presente es como una causa que quiero reparar, por ignorar lo que le ha sucedido al territorio. Con la indiferencia uno hace parte de la destrucción del bosque que otros no podrán disfrutar.

-Hace 30 años vivo cerca del Humedal de Córdoba , hace 10 años fui consciente de su existencia.

-El borde norte tiene una potencialidad para repensarnos y conservar, todavía, la posibilidad de actuar por devolverle el espacio al bosque y a las lagunas, el ecosistema no actúa fraccionado. ¿No puede sentirse dueño de la ciudad?

Jorge Enrique Sastoque-Humedales en Córdoba

Con la violencia política, la familia se desplazó a Bogotá y en 1953 nací cerca al barrio 20 de Julio, en un lugar de los cerros orientales que se llama Finca de los Pensamientos.
-Mi niñez fue en este paisaje, entre alturas, neblina y soles tímidos que alumbraban, tratando de desplegar sus rayos en los bellos atardeceres.
-Llegué a Suba a los 33 años, adquirí vivienda de in- terés social con autoconstrucción en la vereda Tiba- buyes.

-Me vinculé a la naciente Suba, en el momento en que se divisaba los atardeceres, los venados, la hacien- da Lombardía con sus sembrados de papas, maíz, hortalizas; en el marco del humedal Tibabuyes, que estaba ahí con toda su presencia y esplendor, pero que era desconocido.

-En el humedal descubrí otras posibilidades de ex- presar inconformidad y esperanza de vida; Suba fue una oportunidad para hacer lectura y memoria de los territorios, y también iniciar la lucha por el derecho de los ecosistemas, y desde luego aprender a vivir en armonía con ellos.

-Suba contaba con un casco urbano de origen co- lonial y con varias veredas: Casa Blanca, la Tuna Alta y Tuna Baja, Chorrillos, Guaymaral, Tibabuyes, y una gran aglomeración urbana que apenas surgía de origen irregular, cargada de conflicto urbano, todo un proceso de transición y ruptura de las relaciones campesinas que empiezan a verse derrotadas por el embiste urbanizador.

-Recuerdo que, desde los cerros de suba, nacía las aguas del acueducto municipal y se veía ese paisaje sabanero hasta los cerros del Majuy y allí aparecía como una serpiente que se deslizaba suavemente, era el rio Bogotá, alcanzaba a verse desde luego un brillo, una arboleda entre lagunas.

-Fui encontrando en la laguna de Tibabuyes y su unión con el rio Bogotá, un fascinante paisaje que con mi ca- ballo intentaba enamorar mujeres entre bruma, juncos y tinguas.

-Empezamos a crear comités de salud, vivienda, de- portes. Un día estudiantes de la Universidad Distrital, Guillermo Guiso y Juliana Ramírez, nos incitaron a crear un comité ecológico, entonces creamos paseos entre ecosistemas, el primer boletín ecológico y cons- truimos los primeros conceptos de humedal.

-El borde Norte lo sueño como un gran bosque que posibilite un encuentro entre montañas y planicie, que las aguas discurran y fluyan transmitiendo ese deseo entre los cerros Orientales y los cerros del Majuy, que llevan años guiñando los ojos esquivamente y saben, que por ahora no van a estar juntos, pero tal vez pue- dan encontrar ese amor si los humanos siembran el bosque.

Edgar Armando Poveda-Subpáramo Valle del Silencio

Nací en 1957, municipio de Suba, entre papa, habas, trigo, cebolla, arracacha, cuajadas y huevos, entre familias montañeras, campesinas y labradoras de la tierra, no se necesitaba de dinero para vivir bien.

-No había acueducto, el bosque nativo daba el agua.
-La olla en el fogón era para todos.
-En el campo todos hablando el mismo idioma, entre ruanas, alpargatas y a pie pelado.
-Me vine a la montaña entre Chía y Usaquén, llega el concepto de desarrollo, se deja de trabajar al convite y la caja agraria es símbolo para sembrar con plata prestada, llegan los agrotóxicos, muchos quedan en ruinas y venden sus fincas.
-Los constructores compran la tierra barata y subdividen para proyectos urbanísticos.
-Llegan condominios, tumban el bosque, y ahora el desconocido es uno, se empieza a perder costumbres como saludar, ofrecer tinto, gritar de un cerro a otro.
-Mi casa no son los linderos de mi finca sino todo, donde uno toma la pola, juega tejo y toca guitarra.
-Se empieza a contaminar el río, esto lo marca a uno. En la Caro y todo a su alrededor era un gran juncal, había un humedal con tinguas, patos, caicas, lo rellenaron, taparon la riqueza y lo vi desde arriba.
-La vereda Samaria, La Balsa, Fagua eran lagunas y había muchas quebradas, Ibaro era el río frio.
-No entiendo porque siguen rellenando y tapando el agua.

Moisés García, Marcelino González y Hernán García-Cerros Orientales, Barrio Barrancas Norte

Moisés y Marcelino:Todo por aquí era tal cual ranchitos, todo era caminitos, no había vías y nada de eso. El agua en ese tiempo estaba en calladitas por aquí y por acá, pero cuando empezaron a explotar los cerros, eso agrietaron la tierra y el agüita se perdió. Habían cerezos, sauces, pinos y eucaliptos y entones en esetiempo tocaba andar con alpargatas de fique que costaban 15 centavos, le tocaba a uno quitárselas cuando arrancaba de la casa para caminar descalzo por los poteros y pasar los charcos y cuando llegaba a la escuela, ya volver a colocar las alpargatas limpias.
Hernán: yo sÍ tengo sueños que he tratado de ir enlazando, primero creo que hay una cercanía con los cerros orientales y los canales, canales que son lugares de olvido, tenemos unas quebradas importantes y personas antiguas, entonces yo sueño un barrio donde los jóvenes y todas las personas reconozcan el valor de su origen y se trabaje a partir de una cultura. Me imagino una dinámica de cuenca, el territorio entendido desde el agua, sueño con que nosotros establezcamos un vínculo armónico, mutualista y simbiótico con las comunidades de los cerros, las comunidades de la cuenca media y baja de la quebrada el Cedro, cuenca que desemboca al Torca y luego al río Bogotá, entonces sueño este territorio conectado a través del agua y con agua impecable y una biodiversidad maravillosa y creo que desde el turismo responsable puede haber ese desarrollo en las comunidades.

Este territorio es un lugar mágico, un lugar de encuentro, de ocio, de recreación, de deporte y de cultura. Yo sueño a los Cabildos indígenas contando sus historias en un museo, con un auditorio sobre la ruralidad y la cultura Muisca de la Reserva Tomás Van Der Hammen, que las familias vengan a caminar por sus senderos y a conocer el Bosque de las Mercedes, un lugar donde las familias puedan sembrar árboles, y así regresarle el sentido real que tuvo en principios del siglo XX.

Clemencia-Vereda Chorrillos, Bosque de las Mercedes,Suba

Vivo aquí desde el año 1962. Cuando llegamos aquí no había agua, ni luz, ni teléfono, nosotros tuvimos la fortuna de iniciar todo el proceso de construcción de la casa con la ayuda del agua de la Salitrosa. Ese caudal dócil, amable, alegre, de agua cristalina, con ranitas, grillos y lagartijas. En la salitrosa veníamos a jugar con mis hermanos, ver pasar el agüita, las ranas de varios colores, verdes, cafés y manchaditas, jugábamos con las flores de diente de león a soplar y pedir sueños. En algún momento nos dimos cuenta de que el pasto tenía una semilla que al someterla al calor salían unas crispetas miniatura y eso era mágico para nosotros, con mi hermana veníamos y hacíamos un montoncito, con un fosforito lo prendíamos y después nos comíamos las crispetas.

Era el paraíso, era mágico, toda esa sensibilidad que nos permitió la naturaleza, si la pudiera gozar un niño de la ciudad como un acto de cuidar la naturaleza, cuidar la vida, sería fantástico. Una de las cosas que más me ha impresionado en los últimos años es ver cómo Bogotá cambió los parques por los centros comerciales, entonces la gente se enloquece porque hay que ir a ver toda la moda, nos volvimos consumistas, llenos de cosas que no sirven para nada, que no nos dan sino ansiedad y necesidad de más; y educamos los hijos en un globo completamente fuera de la realidad de la vida.

 

Victor Andrés Tello-Vereda Chorrillos, Bosque de las Mercedes,Suba

Por mi vivencia de niño en los cerros, me inquieté por visitar ecosistemas en Bogotá, en la primera visita se siente algo en el pensamiento, silencio absoluto, conexión, imagen de extrañeza, deseo de volver, angustia y trascender.
-Como jóvenes llegamos al humedal Torca Guaymaral en el año 99, las casas del sector tenían su propio aljibe, había mucha agua, era como si debajo existiera un gran lago y la gente era muy juiciosa con las aguas residuales.

-El humedal era como un relicto biológico aislado, empezamos un trabajo comunitario, con los niños y los abuelos que nos contaban historias del lugar. Referenciamos caminos y entradas. También al sembrar árboles aprendí que el conocimiento empírico y experiencial vale más que el conocimiento de ingenieros y teóricos, al observar el cuidado de los árboles por parte del señor conserje que andaba en una zorrita.
-El bosque de las lechuzas, se llamaba el bosque de brujas, allí había muchos gavilanes y lechuzas y un bosque muy misterioso con muchas historias de apariciones, fantasmas, algunos protectores otros no.
-Con la autopista norte llegó muchos colegios y población flotante, llegó el facilismo de colocar tubos que lleva- ban las aguas residuales directamente al humedal, al tiempo sufrió de rellenos.
-Se disminuye el agua y el humedal se va lentamente, además se olvida la historia del lugar.
-Crean un acueducto con tecnología de contadores electrónicos de agua.
– Hay historia relacionada con el narcotráfico alrededor del humedal, la seguridad que se vivió, el helipuerto de la UDCA era privado, las fiestas, las fincas, los caballos.

-He visto intervenciones que han perjudicado al humedal, evacuar agua para evitar inundación, ha perdido muchísimos árboles, en el bosque de las lechuzas el bosque que yo vi hace 18 años era diferente. Ha existido presupuesto, se ha movido la comunidad, pero uno no lo ve reflejado en el humedal a diferencia del humedal de Córdoba y la Conejera, entonces ¿dónde está toda esa fuerza y energía?
-Imagino al humedal con más colores, con más texturas, conectado con los cerros orientales y con el río Bogotá, hay otras formas de convivir con la vida que uno tiene alrededor. Que los bogotanos tengamos un bosque protector para los niños, para mostrar, gozar, caminar, aprender, espacios verdes totalmente metidos en la ciudad con ecoturismo.
-Tenemos la oportunidad aún de trabajar por la conectividad ecológica y social de la reserva Thomas Van Der Hammen, hacia el oriente con el valle de La Calera, donde el bosque andino llega al páramo de Chingaza y al occidente con el cerro del Majuy, luego con el valle de Tenjo, hasta llegar a Juaica que se conecta con el pára- mo de Guerrero.
-Es un momento histórico de estas tres sabanitas-valles, donde la ciudad no entierre uno de los suelos más ricos del país, sino que conviva con los espacios del agua y construya un territorio agroforestal y ecoturístico.

Imagen

Johana Gonzalez
María Alejandra Peña

Textos

Johana Gonzalez
Sandra Valencia